Fr 1 - Fr 2 - DOCUMENTO 10:
RELIGIONES TRADICIONALES
CRISTIANISMO - OTROS GRUPOS.
1. Religiones Tradicionales.
1.1. Características comunes:
-
Con frecuencia se les llama “primitivas”, pero eso
parece despectivo.
-
Se refiere a la religión de pueblos que, aunque no tienen escritura
y, aparentemente tampoco historia, sin embargo son ricos en tradiciones y religiosidad.
-
Esta religiosidad tiene ciertos rasgos comunes:
o
El mundo depende de los dioses y ellos determinan en el mundo
un cierto orden.
o
El hombre encuentra su sentido integrándose a este orden.
o
El origen del mundo, del hombre y de lo que existe se encuentra
descrito a través de mitos.
o
Los ritos repiten simbólicamente los mitos de los orígenes y
sirven para regenerar el mundo.
o
Los ritos de iniciación, más o menos violentos, hacen pasar del
caos al sentido, a una vida ordenada, responsable y respetuosa de las tradiciones.
o
Toda la existencia está bajo el dominio de fuerza invisibles
y al final la muerte se vuelve otra forma de iniciación.
1.2. Estadísticas:
-
90 % de quienes practican estas formas religiosas vive en África.
-
Por la trata de negros vinieron a América y desarrollaron en
Haití el Vudú y en Brasil la Macumba.
-
También se da en pueblos indígenas del Brasil.
-
Igualmente en Australia y algunas otras islas del Pacífico.
1.3. La experiencia religiosa:
-
Se tiene conciencia de vivir en un universo en donde lo invisible
penetra y atraviesa lo visible.
-
Lo invisible es lo que mantiene la comunión y la cohesión del
grupo, con los dioses y con los ancestros.
-
Sólo en este contexto se realiza la existencia.
1.4. El mito:
-
Designa el conjunto de narraciones poéticas y simbólicas, explicando
los orígenes.
-
Revelan el sentido profundo de la creación y de la existencia.
1.5. El Rito:
-
Conjunto de reglas observadas por las creencias religiosas.
-
Constituyen la actualización del mito y una forma eficaz de incidir
en el rumbo del mundo.
1.6. Los ritos de Iniciación:
-
A veces pueden ser ritos fuertemente violentos.
-
Se trata como de morir, para volver a nacer a una vida adulta.
-
A partir de aquí se tienen responsabilidades y una vida participativa
y activa.
1.7. La Macumba:
-
Indica la casa o el escondite.
-
Son tradiciones afro-brasileñas desarrolladas en defensa de su
identidad cultural.
-
Actualmente tienen también mezcla de espiritismo.
-
También constituye un conjunto de danzas folklóricas.
1.8. El Vudu:
-
Son los rituales de Haití.
-
La palabra indica divinidad.
-
Es una mezcla de magia, supersticiones y catolicismo.
1.9 El Zombi:
-
Indican la totalidad e igualmente al diablo.
-
Para el Vudu, el zombi es como un muerto-vivo.
-
Son personas drogadas que en las ceremonias actúan como una especie
de mediums y tienen cierta función de revelar lo que se tiene del más allá o mundo invisible.
2. El Cristianismo
y las grandes religiones del mundo.
2.1. Perspectivas estadísticas.
1900
1980
2000
total
% total
%
total
%
Cristianos 558
34.4
1443
32.9
2020
32.3
Católicos 272
16.8
809
18.5
1169
18.7
Prot/Anglic 153
9.4 345
7.9
440
7.0
Ortodoxos 121
7,5 124
2.8
153
2.3
Otros
12
0,7 155
3.6
258
4.1
Ateos
3
0.2 911
20.8
1334
21.3
Musulman. 200
12.4
723
16.5
1201
19.2
Hindúes 203
12.5
583
13.3
859
13.7
Budistas 127
7.8
274
6.3
359
5.7
Rel. Pop. China 380
23.5
198
4.5
158
2.5
Rel.Tribales 118
7.3
103
2.4
110
1.8
Nuev.Relig 6
0.4
96
2.2
138
2.2
Judíos
12
0.8
17
0.4
20
0.3
Otros 13
0.8
36
0.8
61
1.0
TOTALES
1620
4384
6260
2.2. Perspectivas
geográficas.
-
CRISTIANOS:
o
América -con pequeñas excepciones en norte de Canadá y
Alaska (esquimales); en la Amazonia de Brasil (religiones tribales).
o
Europa -con pequeñas excepciones en el centro y en los
Balcanes (musulmanes).
o
Sudáfrica.
o
La región sur de Siberia.
o
Filipinas.
o
Australia -con pequeñas excepciones de religiones tribales.
-
MUSULMANES:
o
Norte de Africa.
o
Medio Oriente.
o
Arabia.
o
Oeste de China, hasta el norte de la India.
o
Indonesia; y pequeña presencia en Europa central y en los Balcanes.
-
HINDÚES:
o
En la India.
-
BUDISTAS:
o
En el Extremo Oriente, tanto continental como insular.
-
OTROS:
o
Especialmente religiones tribales: Centro de Africa y Madagascar
o
Norte de Siberia.
o
Norte de Alaska y Canadá.
o
Nueva Zelanda.
o
Alguna presencia en la Amazonía y en Australia.
EL CRISTIANISMO
Religión monoteísta basada en las enseñanzas de Jesucristo según se recogen en los Evangelios, que ha marcado profundamente
la cultura occidental y es actualmente la más extendida del mundo. Está ampliamente presente en todos los continentes del
globo y la profesan más de 1.700 millones de personas.1
Un fenómeno tan complejo y vital como el cristianismo resulta más fácil describirlo desde una perspectiva histórica que
definirlo de una forma lógica, aunque esta descripción histórica incluya concepciones interiorizadas por los creyentes y que
son también características esenciales de la religión. Uno de los elementos esenciales lo constituye el protagonismo de la
figura de Jesucristo. Ese protagonismo es, de uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes históricas de la
creencia y práctica del cristianismo. Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo sobre la comprensión ni sobre la definición
de qué es lo que hace que Cristo sea tan característico y único. Desde luego, todos coinciden en que su vida y su ejemplo
deberían ser seguidos y que sus enseñanzas referentes al amor y a la fraternidad deberían sentar las bases de todas las relaciones
humanas. Gran parte de sus enseñanzas encuentran su equivalencia en la predicación de los rabinos, después de todo Jesús era
uno de ellos, o en las enseñanzas de Sócrates y de Confucio. En las enseñanzas del cristianismo, Jesús no puede ser menos
que el supremo predicador y ejemplo de vida moral, pero, para la mayoría de los cristianos, eso, por sí mismo, no hace justicia
al significado de su vida y obra.
El misterio fundamental del Universo, llamado de muchas formas en las distintas religiones, en palabras de Jesús se llamaba
“Padre”, y por eso los cristianos llaman a Jesús, “Hijo de Dios”. En todo caso, tanto en su lenguaje
como en su vida, existía una profunda intimidad con Dios y un anhelo por acceder a Él, así como la promesa de que, a través
de todo lo que Jesús fue e hizo, sus seguidores podrían participar en la vida del Padre en el cielo y podrían hacerse hijos
de Dios. La crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que los primeros cristianos se refieren cuando hablan de Él como
de aquel que reconcilió a la humanidad con Dios, hicieron de la cruz el principal centro de atención de la fe y devoción cristianas,
y el símbolo más importante del amor salvador de Dios Padre.
En el Nuevo Testamento, y por lo tanto en la doctrina cristiana, este amor es el atributo más importante de Dios. Los
cristianos enseñan que Dios es omnipotente en su dominio sobre todo lo que está en la tierra y en el cielo, recto a la hora
de juzgar lo bueno y lo malo, se encuentra más allá del tiempo, del espacio y del cambio, pero sobre todo enseñan que “Dios
es amor”. La creación del mundo a partir de la nada así como de la especie humana fueron expresiones de ese amor, como
también lo fue la venida de Jesús a la Tierra. La manifestación clásica de esta confianza en el amor de Dios viene dada por
las palabras de Jesús en el llamado Sermón de la Montaña: “Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni
encierran en graneros y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?” (Mat. 6,26). Los primeros
cristianos descubrían en estas palabras una demostración de la privilegiada posición que tienen los hombres y las mujeres
por ser hijos de un padre celestial como Él, y del lugar aún más especial que ocupa Cristo. Esa posición de excepción llevó
a que las primeras generaciones de creyentes le otorgaran la misma categoría que al Padre, y a que más tarde utilizaran la
expresión “el Espíritu Santo, a quien el Padre envió en el nombre de Cristo”, como parte de la fórmula que se
utiliza en la administración del bautismo y en los diversos credos de los primeros siglos. Después de numerosas controversias
y reflexiones, aquella expresión se transformó en la doctrina de Dios como Santísima Trinidad. Veáse también Espíritu Santo.
Desde un principio, el camino para iniciarse en el cristianismo ha sido el bautismo “en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo” o a veces, más simplemente, “en el nombre de Cristo”. En un comienzo, parece
ser que el bautismo le era administrado sobre todo a los adultos, después de haber hecho manifiesta su fe y de haber prometido
corregir sus vidas. La práctica del bautismo se generalizó más al extenderse también a los niños. Otro rito que es aceptado
por todos los cristianos es el de la eucaristía o cena del Señor, en la que se comparten pan y vino, expresando y reconociendo
así la realidad de la presencia de Cristo, tal como se conmemora en la comunión de unos con otros en la misa. La forma que
fue adquiriendo la eucaristía a medida que evolucionó fue la de una cuidada ceremonia de consagración y de adoración, a partir
de textos eucarísticos escritos sobre todo en los primeros siglos del cristianismo. La eucaristía también se ha transformado
en uno de los principales motivos de conflicto entre las distintas iglesias cristianas, pues no todas están de acuerdo con
la presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrados y con el efecto que produce esta presencia en los que lo reciben.
La comunidad cristiana misma, es decir, la Iglesia, es otro componente fundamental dentro de la fe y las prácticas del
cristianismo. Algunos estudiosos cuestionan el hecho de que se pretenda asumir que Jesús intentó fundar una iglesia (la palabra
iglesia se menciona sólo dos veces en los Evangelios), pero sus seguidores siempre estuvieron convencidos de que su promesa
de estar con ellos “siempre, hasta el fin de los días” se hizo realidad mediante su “cuerpo místico en la
tierra”, es decir, la santa Iglesia católica (universal). La relación que mantiene esta santa Iglesia universal con
las distintas organizaciones eclesiásticas que existen por toda la cristiandad es la causa de las principales divisiones entre
ellas. El catolicismo ha tendido a equiparar su propia estructura institucional con la Iglesia universal, mientras que algunos
grupos protestantes extremistas han estado prontos a reclamar que ellos, y sólo ellos, representan la verdadera Iglesia visible.
Sin embargo, cada vez un mayor número de cristianos de todos los sectores han comenzado a reconocer que no existe un único
grupo que tenga el derecho de apropiarse el concepto de Iglesia, y han empezado más bien a trabajar para lograr la unión de
todos los cristianos.
Una de las tres principales confesiones religiosas del cristianismo, junto a las representadas por la Iglesia católica
y la Iglesia ortodoxa. El protestantismo empezó como un movimiento reformador de la Iglesia cristiana occidental en el siglo
XVI, que daría lugar a la Reforma protestante que separó a las Iglesias reformadas de la Iglesia católica. El objetivo declarado
por los reformadores pioneros era el de restaurar la fe cristiana como había sido en sus orígenes, manteniendo lo que ellos
consideraban valioso de la tradición romana que se había desarrollado en los siglos intermedios.
Las cuatro tradiciones protestantes principales que emergieron tras la Reforma fueron la luterana, la calvinista, la
anabaptista y la anglicana. A pesar de las considerables diferencias que hay entre ellas en cuanto a prácticas y doctrina,
coinciden en su rechazo a la autoridad del papa y en la importancia que se concede a la Biblia y a la fe individual.
El término protestantismo se otorgó al movimiento después de la II Dieta de Spira (1529), que fue una asamblea imperial
donde la mayoría católica retiró la tolerancia otorgada a los luteranos durante la primera, celebrada tres años antes. Seis
príncipes luteranos y los dirigentes de 14 ciudades libres alemanas firmaron una protesta, es decir, manifestaron su disconformidad
y se reafirmaron con ahínco en su fe, con lo que los luteranos pasaron a ser conocidos como protestantes. El término ha ido
asociándose cada vez más a las iglesias que no son la católica, ni la ortodoxa ni otras iglesias de la tradición oriental.
A principios de la década de 1990, en el mundo había 436 millones de protestantes (contando con los 73 millones de anglicanos),
lo que suponía la cuarta parte de la cristiandad6
En comparación con la misa católica y la liturgia ortodoxa, el culto protestante es más simple y se centra en el sermón
del sacerdote. Los reformadores establecieron que los servicios se celebraran en la lengua vernácula e introdujeron himnos
que la congregación debe cantar. Algunos servicios protestantes (como el pentecostal) son casi espontáneos y carecen de estructura
predeterminada: se centran en la participación de la comunidad de fieles y en los dones espirituales, como el don de lenguas.
Todas las tradiciones protestantes redujeron el número de sacramentos de los siete católicos romanos a dos: el bautismo y
la eucaristía.
Denominación de una de las tres grandes comunidades o iglesias vinculadas al cristianismo (las otras dos son la Iglesia
católica y las iglesias protestantes surgidas tras la Reforma). La Iglesia ortodoxa comparte una continuidad histórica con
las comunidades cristianas del Mediterráneo oriental. Su gran expansión se debió a la labor de grupos misioneros que viajaron
por toda la zona oriental de Europa. La palabra “ortodoxo” (del griego, 'creencia correcta') implica una seguridad
en relación con la fe apostólica. La Iglesia ortodoxa también ha establecido comunidades en Europa occidental, América y,
en épocas más recientes, en África y en Asia. Cuenta con más de 250 millones de fieles repartidos por todo el mundo.1
La Iglesia ortodoxa siempre se ha considerado a sí misma como la continuación orgánica de la comunidad apostólica y como
el sostén de una fe que continúa el mensaje apostólico. Sin embargo, a través de los siglos, los ortodoxos han ido adoptando
diferentes posturas con respecto a otras iglesias. En ciertas áreas de confrontación (como las islas griegas y Ucrania durante
el siglo XVII), las autoridades que defendían la ortodoxia, como reacción contra el activo proselitismo occidental, declararon
inválidos sus sacramentos y exigieron que fueran rebautizados los miembros de las comunidades católicas o protestantes. Incluso
en la actualidad, en determinados círculos griegos aún prevalece esta misma actitud de rigidez. Sin embargo, la corriente
principal del pensamiento ortodoxo ha ido adoptando una actitud positiva con respecto al movimiento ecuménico contemporáneo.
Rechazando siempre el relativismo doctrinal y sosteniendo que la meta del ecumenismo representa la total unidad de la fe,
las iglesias ortodoxas se integraron en el Consejo Mundial de las Iglesias en 1948. Antes de conseguir la unidad total, los
ortodoxos piensan que es preciso profundizar en una cooperación real entre las iglesias, sin abordar todavía algunos temas
doctrinales problemáticos.
En ocasiones, la mayoría protestante que domina el Consejo Mundial de las Iglesias ha manifestado su incomodidad por
la participación ortodoxa en este organismo. La postura ecuménica que asumió la Iglesia católica durante el papado de Juan
XXIII fue muy bien recibida por la jerarquía ortodoxa y consiguió que se entablaran nuevas y más amistosas relaciones entre
ambas iglesias. Hubo representantes de la Iglesia ortodoxa en las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965) y, en 1964,
el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I se reunieron en Jerusalén y revocaron los recíprocos anatemas efectuados por
las iglesias católica y ortodoxa en 1054. A la creación de una comisión mixta de ambas comunidades cristianas siguieron hasta
once encuentros entre sus líderes entre 1966 y 1981. Una de las más recientes muestras de esta tendencia fue la entrevista
que mantuvieron el papa Juan Pablo II y el patriarca Demetrio I. El mayor obstáculo para la definitiva reconciliación es la
exigencia del Papado de que sea acatada su autoridad suprema y la infalibilidad del pontífice.
Sectas religiosas,
grupos religiosos que se definen, o son definidos por otros, como separados u opuestos a la ortodoxia de determinadas religiones
tradicionales. Este término se usa con sentidos muy distintos, según sean utilizados por estudiosos de la religión o por los
medios de comunicación y el público en general1
La definición técnica del concepto “secta” (así como también de “culto”) comenzó con los trabajos
del sociólogo alemán Max Weber y del teólogo Ernst Troeltsch, que definieron “secta” en oposición a “iglesia”,
pasando por alto el hecho de que no existe una iglesia en el islam ni en otras religiones no cristianas. Distinguieron características
peculiares de la iglesia y de la secta. Muchas de ellas son válidas en un contexto general, si se despoja al concepto de iglesia
de sus connotaciones cristianas, o bien se sustituye por un término cultural y teológicamente neutral, como el de “religión
establecida”. Weber y Troeltsch entendieron la iglesia como algo incluyente, que acoge en su seno al santo y al pecador,
al justo y al injusto, en contraste con la secta, que sólo acepta adeptos comprometidos. Weber hizo hincapié en una diferencia
fundamental: en el caso de la secta, la pertenencia es voluntaria y debe merecerse, mientras que la iglesia no demanda cualidades
especiales ni pone condiciones para el ingreso en su seno.
Troeltsch fue
más allá en la observación de las características de la secta y buscó sus diferencias, no sólo con la iglesia, sino también
en relación con el culto. Describió la secta como un grupo pequeño, compuesto principalmente por individuos pobres que, renunciando
al mundo, buscan una hermandad personal y directa; en cambio, el culto otorga más libertad de pensamiento, es menos sistemático
y estricto en sus prácticas y en la consecución de sus objetivos. Los analistas actuales describen el culto como algo más
parecido a una red que a una institución establecida con un conjunto de reglas fijas. En el culto es el individuo el que decide
finalmente qué constituye la verdad, en qué creer y qué practicar, basándose en la propia experiencia.6
Se puede distinguir cuatro tipos principales de sectas.
Las denominadas sectas de conversión (el Ejército de Salvación, el evangelismo y las Iglesias pentecostales, por ejemplo)
se distinguen por su insistencia a ultranza en la interpretación literal de la Biblia (evangelismo) y la incidencia en los
temas del pecado y la redención. Las sectas adventistas (movimiento mormón, Testigos de Jehová y cristadelfianos) exigen,
más que la experiencia de la conversión, la aceptación de su dogma, y esperan que la intervención divina derribe el actual
orden establecido, en lo que se parecen a los movimientos milenaristas.
El milenarismo cristiano (y su forma islámica, el mahdismo) promete la inminencia de un mundo completamente nuevo, que
llegará repentinamente, y al que sólo pertenecerán los fieles. Las sectas que Wilson llama introversionistas (como las Iglesias
de la Santidad), insisten en que la salvación no debe buscarse en el mundo, sino en la comunidad de los elegidos. El cuarto
tipo es el de las sectas gnósticas, que no pretenden retirarse de la sociedad, sino que ofrecen su propia interpretación de
la verdad divina de manera que sea útil para la vida mundana. A esta categoría pertenecen la Ciencia cristiana, el Movimiento
del Nuevo Pensamiento, la Iglesia de la cienciología y el movimiento New Age. En esta última categoría coloca Wilson el culto,
en buena medida por su enfoque individualista, su estructura laxa, su introversión y su falta de rigor doctrinal.
Cristianismo
Sentido
Seguir
las enseñanzas de Dios y los Diez mandamientos del antiguo testamento. Amar al prójimo y a Dios. Seguir la enseñanzas de Jesucristo.
Vivir
en paz con todos, y llevar el mensaje de Dios a todos los lados del mundo.
Identidad
Es
una religión que tiene muy pocas cosas propias, ya que utilizo muchas doctrinas del Judaísmo. Las enseñanzas que transmitió
Jesús a sus seguidores y discípulos que son muy importantes en esta religión y que definen muchos aspectos.
Lo Sagrado y lo
Profano
Sagrado
Lo que establecen las Sagradas Escrituras y lo que dijo Jesús. Los cristianos tiene una gran variedad
de reglas que utilizan en su vida diaria. Los iconos son adorados con mucha devoción y fervor. También tienen una serie de
gentes mas importantes que los normales, como los son los sacerdotes o los Papas. Hacer una oración diaria es muy importante,
como dicen "al que madruga Dios le ayuda".
Profano
Lo
que esta en ámbito material, lo que es falto de espiritualidad.
Lo que desobedece las sagradas escrituras y cuando lo
que Jesús nos enseño es violado y mal utilizado, por los humanos. Cuando los ritos que se han establecido, no son llevados
a cabo bien.
Mito
Dios creó
todo lo que esta en el universo. Dios le dio la vida a los humanos.
Jesús es el hijo de Dios, el cual mando a la tierra
para que los hombres se arrepintieran de sus faltas contra él. Que Dios escogió a Israel para ser su pueblo.
Ritos
A comparación
de otras religiones, el cristianismo tiene pocos ritos. Algunos de ellos son:
Eucaristía:Cuando el pan y el vino pasa de
lo profano a lo sagrado y se vuelve cuerpo y sangre de Cristo. A este proceso se le llama Transustanciación.
Oración: Es
el momento para conectarse con Dios y pedir perdón por los pecados cometidos.
Bautizo: Es el primer paso en el camino para
ser cristiano, es la primera conexión con Dios.
Primera Comunión: Cuando se recibe el tan anhelado cuerpo y sangre de Cristo
por primera vez, lo que ratifica la conexión con Dios.
Celebraciones
importantes
Semana Santa: Se conmemora todo el camino que recorrió Jesús en su camino hacia la cruz. Se pide perdón por
las cosas hechas hasta el momento.
El Domingo de Ramos: Un día dentro de la semana Santa donde se sale a las calles con
una espiga para recordar la entrada de Jesús a Jerusalén.
Pascua: la celebración para recordar la resurrección de Jesús
Navidad:
Una novena para celebrar el nacimiento de Jesús en un humilde pesebre y la llegada de lo Reyes Magos.
El Dios
Los
cristianos son monoteístas, solo creen en un dios, que es: Dios. Este es el nombre que recibe por parte de sus creyentes.
Es el mismo dios de los judíos pero ellos no aceptan a Jesús ni al nuevos testamento. Es misericordioso y perdona a aquel
que este arrepentido de sus pecados. Mandó a Jesús para salvar a su gente, pero estos lo mataron.
Patriarcas
Todos
los anteriormente mencionados del judaísmo e islamismo (menos Mahoma). Pero a estos se le agrega el mas importante.
Jesús:
el vino al mundo de una madre virgen y fue humilde. Desapareció por unos años y volvió para enseñar la palabra de Dios por
todo el mundo, para ello designo a unos discípulos que mas tarde seguirían su misión. Vino para salvar el mundo pero lo asesinaron,
luego resucitó y fue al cielo a la derecha del Padre. Sus actos están narrados en los evangelios.
Situación Actual
El
cristianismo está muy bien parado hoy en día, después de haber sido la víctima de las persecuciones romanas. Es la religión
mas poderosa a nivel mundial, se encuentra en todos los rincones del mundo, muchos países la tienen como religión oficial,
incluyendo a Colombia. No tiene problemas económicos y el representante de Dios en la Tierra actualmente es el Papa Juan Pablo
II.
Países
En todo
el mundo, excluyendo a la zona Indo - Israelí, algunas islas de Asia Meridional (Filipinas) y el norte de África.
CRISTIANISMO
INTRODUCCIÓN
Cristianismo, religión monoteísta basada
en las enseñanzas de Jesucristo según se recogen en los Evangelios, que ha marcado profundamente la cultura occidental y es
actualmente la más extendida del mundo. Está ampliamente presente en todos los continentes del globo y la profesan más de
1.700 millones de personas.
El cristianismo, en muchos sentidos
y como cualquier otro sistema de creencias y de valores, se comprende sólo desde "el interior" entre aquellos que comparten
la creencia y se esfuerzan por vivir de acuerdo con esos valores. Cualquier descripción de la religión que ignorara estas
concepciones internas, no sería fiel en el orden histórico. Sin embargo, un aspecto que los que profesan esta fe no reconocen
por regla general es que semejante sistema de creencias y de valores también puede ser descrito de una forma que tenga sentido
para un observador interesado, aunque no comparta, o no pueda compartir, su punto de vista.
DOCTRINA Y PRÁCTICA
Una comunidad, un modo de vida,
un sistema de creencias, una observancia litúrgica, una tradición; el cristianismo es todo eso y más. Cada uno de estos aspectos
del cristianismo tiene afinidades con otras creencias, aunque cada una de éstas también muestra señas particulares, consecuencia
de su origen y evolución. Teniendo en cuenta esto, es una ayuda, y de hecho se hace inevitable, estudiar las ideas e instituciones
del cristianismo de forma comparativa, relacionándolas con las afinidades que tienen con otras religiones. Sin embargo, resulta
asimismo importante el estudio de los rasgos distintivos que son exclusivos del cristianismo.
Principales enseñanzas
Un fenómeno tan complejo y vital
como el cristianismo resulta más fácil describirlo desde una perspectiva histórica que definirlo de una forma lógica, aunque
esta descripción histórica incluya concepciones interiorizadas por los creyentes y que son también características esenciales
de la religión. Uno de los elementos esenciales lo constituye el protagonismo de la figura de Jesucristo. Ese protagonismo
es, de uno u otro modo, el rasgo distintivo de todas las variantes históricas de la creencia y práctica del cristianismo.
Los cristianos no han logrado llegar a un acuerdo sobre la comprensión ni sobre la definición de qué es lo que hace que Cristo
sea tan característico y único. Desde luego, todos coinciden en que su vida y su ejemplo deberían ser seguidos y que sus enseñanzas
referentes al amor y a la fraternidad deberían sentar las bases de todas las relaciones humanas. Gran parte de sus enseñanzas
encuentran su equivalencia en la predicación de los rabinos, después de todo Jesús era uno de ellos, o en las enseñanzas de
Sócrates y de Confucio. En las enseñanzas del cristianismo, Jesús no puede ser menos que el supremo predicador y ejemplo de
vida moral, pero, para la mayoría de los cristianos, eso, por sí mismo, no hace justicia al significado de su vida y obra.
Todas las referencias históricas que
se tienen de Jesús se encuentran en los Evangelios, parte del Nuevo Testamento englobada en la Biblia. Otros libros del Nuevo
Testamento resumen las creencias de la Iglesia cristiana primitiva. Tanto san Pablo como otros autores de las Sagradas Escrituras
creían que Jesús fue el revelador no sólo de la vida humana en su máxima perfección, sino también de la realidad divina en
sí misma.
El misterio fundamental del Universo,
llamado de muchas formas en las distintas religiones, en palabras de Jesús se llamaba "Padre", y por eso los cristianos llaman
a Jesús, "Hijo de Dios". En todo caso, tanto en su lenguaje como en su vida, existía una profunda intimidad con Dios y un
anhelo por acceder a Él, así como la promesa de que, a través de todo lo que Jesús fue e hizo, sus seguidores podrían participar
en la vida del Padre en el cielo y podrían hacerse hijos de Dios. La crucifixión y resurrección de Jesucristo, a la que los
primeros cristianos se refieren cuando hablan de Él como de aquel que reconcilió a la humanidad con Dios, hicieron de la cruz
el principal centro de atención de la fe y devoción cristianas, y el símbolo más importante del amor salvador de Dios Padre.
En el Nuevo Testamento, y por lo tanto
en la doctrina cristiana, este amor es el atributo más importante de Dios. Los cristianos enseñan que Dios es omnipotente
en su dominio sobre todo lo que está en la tierra y en el cielo, recto a la hora de juzgar lo bueno y lo malo, se encuentra
más allá del tiempo, del espacio y del cambio, pero sobre todo enseñan que "Dios es amor". La creación del mundo a partir
de la nada así como de la especie humana fueron expresiones de ese amor, como también lo fue la venida de Jesús a la Tierra.
La manifestación clásica de esta confianza en el amor de Dios viene dada por las palabras de Jesús en el llamado Sermón de
la Montaña: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?" (Mat. 6,26). Los primeros cristianos descubrían en estas palabras una demostración
de la privilegiada posición que tienen los hombres y las mujeres por ser hijos de un padre celestial como Él, y del lugar
aún más especial que ocupa Cristo. Esa posición de excepción llevó a que las primeras generaciones de creyentes le otorgaran
la misma categoría que al Padre, y a que más tarde utilizaran la expresión "el Espíritu Santo, a quien el Padre envió en el
nombre de Cristo", como parte de la fórmula que se utiliza en la administración del bautismo y en los diversos credos de los
primeros siglos. Después de numerosas controversias y reflexiones, aquella expresión se transformó en la doctrina de Dios
como Santísima Trinidad.
Desde un principio, el camino para
iniciarse en el cristianismo ha sido el bautismo "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" o a veces, más simplemente,
"en el nombre de Cristo". En un comienzo, parece ser que el bautismo le era administrado sobre todo a los adultos, después
de haber hecho manifiesta su fe y de haber prometido corregir sus vidas. La práctica del bautismo se generalizó más al extenderse
también a los niños. Otro rito que es aceptado por todos los cristianos es el de la eucaristía o cena del Señor, en la que
se comparten pan y vino, expresando y reconociendo así la realidad de la presencia de Cristo, tal como se conmemora en la
comunión de unos con otros en la misa. La forma que fue adquiriendo la eucaristía a medida que evolucionó fue la de una cuidada
ceremonia de consagración y de adoración, a partir de textos eucarísticos escritos sobre todo en los primeros siglos del cristianismo.
La eucaristía también se ha transformado en uno de los principales motivos de conflicto entre las distintas iglesias cristianas,
pues no todas están de acuerdo con la presencia de Cristo en el pan y en el vino consagrados y con el efecto que produce esta
presencia en los que lo reciben.
La comunidad cristiana misma, es decir,
la Iglesia, es otro componente fundamental dentro de la fe y las prácticas del cristianismo. Algunos estudiosos cuestionan
el hecho de que se pretenda asumir que Jesús intentó fundar una iglesia (la palabra iglesia se menciona sólo dos veces en
los Evangelios), pero sus seguidores siempre estuvieron convencidos de que su promesa de estar con ellos "siempre, hasta el
fin de los días" se hizo realidad mediante su "cuerpo místico en la tierra", es decir, la santa Iglesia católica (universal).
La relación que mantiene esta santa Iglesia universal con las distintas organizaciones eclesiásticas que existen por toda
la cristiandad es la causa de las principales divisiones entre ellas. El catolicismo ha tendido a equiparar su propia estructura
institucional con la Iglesia universal, mientras que algunos grupos protestantes extremistas han estado prontos a reclamar
que ellos, y sólo ellos, representan la verdadera Iglesia visible. Sin embargo, cada vez un mayor número de cristianos de
todos los sectores han comenzado a reconocer que no existe un único grupo que tenga el derecho de apropiarse el concepto de
Iglesia, y han empezado más bien a trabajar para lograr la unión de todos los cristianos.
Culto
Cualquiera que sea su organización
institucional, la comunidad de fe dentro de la Iglesia es la primera condición para proceder al culto cristiano. Todos los
cristianos de las distintas tradiciones han subrayado el papel trascendente de la devoción y de la oración individual, tal
y como lo indicó Jesús. Pero él también instituyó una oración universal, el Padrenuestro, cuyas primeras palabras subrayan
la naturaleza y el sentido de comunidad que tiene el culto: "Padre Nuestro que estás en el cielo". A partir del Nuevo Testamento,
se estableció que el día que toda la comunidad cristiana destinaría a la adoración sería "el primer día de la semana", el
domingo, en conmemoración de la resurrección de Cristo. Lo mismo que el shabat judío, el domingo se destina al descanso. También
es el día en que los creyentes se reúnen para oír la lectura y la predicación de la palabra de Dios recogida en la Biblia,
para participar en los sacramentos y para rezar, alabar al Señor y darle gracias. Las necesidades del culto en comunidad han
motivado la creación de miles de himnos, coros y cantos, así como de música instrumental, en especial para órgano. Desde el
siglo IV, las comunidades cristianas han edificado construcciones especiales destinadas al culto, un hecho decisivo en
la historia de la arquitectura y del arte en general.
Vida cristiana
El mandato y la exhortación de
la predicación y las enseñanzas cristianas abarcan todos los temas referentes a la doctrina y a la moral. Los dos mandamientos
más importantes del mensaje ético de Jesús (Mt. 22,34-40) son el amor a Dios y el amor al prójimo. La aplicación de estos
mandamientos a situaciones concretas de la vida, ya sea en el orden personal o en el social, no genera uniformidad en el comportamiento
moral ni en el social. Por ejemplo, hay cristianos que consideran pecaminosas las bebidas alcohólicas, pero los hay que no
opinan igual. Existen cristianos que adoptan diferentes posturas sobre temas de actualidad, ya sea desde puntos de vista de
extrema derecha, de extrema izquierda o de centro. A pesar de ello, es posible hablar de un modo de vida cristiano, aquel
que participa de la llamada al servicio y a convertirse en discípulo de Cristo. El valor inherente a cada persona creada a
la imagen de Dios, la santidad de la vida humana, así como el matrimonio y la familia, el esfuerzo por alcanzar la justicia,
aunque sea en un mundo caído en la desgracia, son compromisos morales dinámicos que los cristianos deberían aceptar; sin embargo,
sus conductas pueden no conseguir las metas que imponen estas normas. Ya desde las páginas del Nuevo Testamento se hace patente
que siempre ha sido difícil la tarea de desarrollar las implicaciones o el alcance que puede tener una ética del amor, bajo
las condiciones de la existencia cotidiana, y que en realidad nunca ha existido una ‘época dorada’ en la que haya
sucedido lo contrario.
Escatología
Sin embargo, dentro de la doctrina
cristiana late la idea de esta época de oro, representada en la esperanza cristiana de una vida eterna. Jesús se refirió a
esta esperanza con tanta insistencia que muchos de sus seguidores estaban a la espera del fin del mundo de un modo declarado
y abierto, pues con ese fin sus vidas alcanzarían el reino de la eternidad. Desde el siglo I, esta expectación creó una
actitud de flujo y reflujo, alcanzando a veces niveles de gran intensidad, y otras veces de una aparente aceptación del mundo
en sus formas más crueles. Los credos de la Iglesia se refieren a esta esperanza usando el lenguaje de la resurrección, de
una nueva vida, participando de la gloria de Cristo resucitado. Teniendo estos símbolos en cuenta, el cristianismo debería
considerarse como una religión espiritual, y en ocasiones se ha limitado exclusivamente a cumplir este papel. Pero, a través
de la historia de la Iglesia, la esperanza cristiana también ha servido para motivar el desarrollo de una vida terrenal más
conforme a los deseos de Dios según fue revelado por Cristo.
HISTORIA
Casi toda la información de la
que se dispone sobre la vida de Jesús y los orígenes del cristianismo, proviene de aquellos que proclamaban ser sus discípulos.
Considerando que escribieron más para convencer a los creyentes que para satisfacer la curiosidad histórica, esta información
consta por lo común de más preguntas que respuestas, y nunca se ha podido armonizar dentro de un coherente y satisfactorio
orden cronológico. Dada la naturaleza de las fuentes, es imposible, excepto de un modo especulativo, distinguir entre las
enseñanzas originales de Jesús y el desarrollo que tuvo este magisterio dentro de las primeras comunidades cristianas.
Lo que sí se sabe es que tanto la persona
como el mensaje de Jesús de Nazaret, desde épocas muy tempranas, logró tener seguidores que creían en él como en un nuevo
profeta. Sus palabras y hechos se interpretan a la luz del milagro de su resurrección. Los primeros cristianos concluyeron
que lo que Él había demostrado ser, a través de su resurrección, ya lo debía haber sido antes, cuando caminaba entre los habitantes
de Palestina e incluso antes de haber nacido del vientre de María de acuerdo con su condición divina y, por tanto, eterna.
Se inspiraron en el lenguaje de las Sagradas Escrituras (la Biblia hebrea, que los cristianos llamaron Antiguo Testamento)
para componer un relato de la realidad "siempre antigua, siempre nueva", que habían aprendido a conocer como apóstoles de
Jesucristo. Creyendo que era deseo y mandato de Jesús el que se unieran y formaran una nueva comunidad de lo que aún quedaba
rescatable del pueblo de Israel, estos judíos cristianos formaron la primera Iglesia en Jerusalén. Consideraban que ése era
el lugar más apropiado para recibir lo prometido: el don del Espíritu Santo y de una innovación espiritual.
Los comienzos de la Iglesia
Jerusalén era el núcleo del movimiento
cristiano; al menos lo fue hasta su destrucción a manos de los ejércitos de Roma en el 70 d.C. Desde este centro, el
cristianismo se desplazó a otras ciudades y pueblos de Palestina, e incluso más lejos. En un principio, la mayoría de las
personas que se unían a la nueva fe eran seguidores del judaísmo, para quienes sus doctrinas representaban algo nuevo, no
en el sentido de algo novedoso por completo y distinto, sino en el sentido de ser la continuación y realización de lo que
Dios había prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Por lo tanto, ya en un principio, el cristianismo manifestó una relación dual
con la fe judía: una relación de continuidad y al mismo tiempo de realización, de antítesis, y también de afirmación. La conversión
forzada de los judíos durante la edad media y la historia del antisemitismo (a pesar de que los dirigentes de la Iglesia condenaban
ambas actitudes) constituyen una prueba de que la antítesis podía ensombrecer con facilidad a la afirmación. Sin embargo,
la ruptura con el judaísmo nunca ha sido total, sobre todo porque la Biblia cristiana incluye muchos elementos del judaísmo.
Esto ha logrado que los cristianos no olviden que aquel al que adoran como Señor era judío y que el Nuevo Testamento no surgió
de la nada, sino que es una continuación del Antiguo Testamento.
Una importante causa del alejamiento
del cristianismo de sus raíces judías fue el cambio en la composición de la Iglesia, que tuvo lugar más o menos a fines del
siglo II (es difícil precisar cómo se produjo y en qué periodo de una forma concreta). En un momento dado, los cristianos
con un pasado no judío comenzaron a superar en número a los judíos cristianos. En este sentido, el trabajo del apóstol Pablo
tuvo una poderosa influencia. Pablo era judío de nacimiento y estuvo relacionado de una forma muy profunda con el destino
del judaísmo, pero, a causa de su conversión, se sintió el "instrumento elegido" para difundir la palabra de Cristo a los
gentiles, es decir, a todos aquellos que no tenían un pasado judío. Fue él quien, en sus epístolas a varias de las primeras
congregaciones cristianas, formuló muchas de las ideas y creó la terminología que más tarde constituirían el eje de la fe
cristiana; merece el título de primer teólogo cristiano. Muchos teólogos posteriores basaron sus conceptos y sistemas en sus
cartas, que ahora están recopiladas y codificadas en el Nuevo Testamento.
De las epístolas ya consideradas y
de otras fuentes que provienen de los dos primeros siglos de nuestra era, es posible obtener información sobre la organización
de las primeras congregaciones. Las epístolas que Pablo habría enviado a Timoteo y a Tito (a pesar de que muchos estudiosos
actuales no se arriesgan a afirmar que el autor de esas cartas haya sido Pablo), muestran los comienzos de una organización
basada en el traspaso metódico del mando de la primera generación de apóstoles, entre los que se incluye a Pablo, a sus continuadores,
los obispos. Dado el frecuente uso de términos tales como obispo, presbítero y diácono en los documentos, se hace imposible
la identificación de una política única y uniforme. Hacia el siglo III se hizo general el acuerdo respecto a la autoridad
de los obispos como continuadores de la labor de los apóstoles. Sin embargo, este acuerdo era generalizado sólo en los casos
en que sus vidas y comportamientos asumían las enseñanzas de los apóstoles, tal como estaba estipulado en el Nuevo Testamento
y en los principios doctrinales que fundamentaban las diferentes comunidades cristianas.
Concilios y credos
Se hizo necesario aclarar las
cuestiones doctrinales cuando surgieron interpretaciones del mensaje de Cristo que vendrían a considerarse erróneas. Las desviaciones
más importantes o herejías tenían que ver con la persona de Cristo. Algunos teólogos buscaban proteger su santidad, negando
su naturaleza humana, mientras otros buscaban proteger la fe monoteísta, haciendo de Cristo una figura divina de rango inferior
a Dios, el Padre.
En respuesta a estas dos tendencias,
en los credos comenzó, en época muy temprana, un proceso para especificar la condición divina de Cristo, en relación con la
divinidad del Padre. Las formulaciones definitivas de estas relaciones se establecieron durante los siglos IV y V, en
una serie de concilios oficiales de la Iglesia; dos de los más destacados fueron el de Nicea en el 325, y el de Calcedonia
en el 451, en los que se acuñaron las doctrinas de la Santísima Trinidad y de la doble naturaleza de Cristo, en la forma aún
aceptada por la mayoría de los cristianos (véase Concilio de Calcedonia; Credo de Nicea). Para que pudieran exponerse estos
principios, el cristianismo tuvo que refinar su pensamiento y su lenguaje, proceso en el que se fue creando una teología filosófica,
tanto en latín como en griego. Durante más de mil años, éste fue el sistema de pensamiento con más influencia en Europa. El
principal artífice de la teología en Occidente fue san Agustín de Hipona, cuya producción de textos literarios, dentro de
los que se incluyen los textos clásicos Confesiones y La ciudad de Dios, hizo más que cualquier otro grupo de escritos, exceptuando
los autores de la Biblia, para dar forma a este sistema.
Persecución
Sin embargo, el cristianismo tuvo primero
que asentar su relación con el orden político. Dentro del Imperio romano, y como secta judía, la Iglesia cristiana primitiva
compartió la misma categoría que tenía el judaísmo, pero antes de la muerte del emperador Nerón en el 68 ya se le consideraba
rival de la religión imperial romana. Las causas de esta hostilidad hacia los cristianos no eran siempre las mismas y, por
lo general, la oposición y las persecuciones tenían causas muy concretas. Sin embargo, la lealtad que los cristianos mostraban
hacia su Señor Jesús, era irreconciliable con la veneración que existía hacia el emperador como deidad, y los emperadores
como Trajano y Marco Aurelio, que estaban comprometidos de manera más profunda con mantener la unidad ideológica del Imperio,
veían en los cristianos una amenaza para sus propósitos; fueron ellos quienes decidieron poner fin a la amenaza. Al igual
que en la historia de otras religiones, en especial la del islam, la oposición a la nueva religión creaba el efecto inverso
al que se pretendía y, como señaló el epigrama de Tertuliano, miembro de la Iglesia del norte de África, "la sangre de los
mártires se transformará en la semilla de cristianos". A comienzos del siglo IV el mundo cristiano había crecido tanto
en número y en fuerza, que para Roma era preciso tomar una decisión: erradicarlo o aceptarlo. El emperador Diocleciano trató
de eliminar el cristianismo, pero fracasó; el emperador Constantino I el Grande optó por contemporizar, y acabó creando
un imperio cristiano.
La aceptación oficial
La conversión del emperador Constantino
situó al cristianismo en una posición privilegiada dentro del Imperio; se hizo más fácil ser cristiano que no serlo. Como
resultado, los cristianos comenzaron a sentir que se estaba rebajando el grado de exigencia y sinceridad de la conducta cristiana
y que el único modo de cumplir con los imperativos morales de Cristo era huir del mundo (y de la Iglesia que estaba en el
mundo), y ejercer una profesión de disciplina cristiana como monje. Desde sus comienzos en el desierto egipcio, con el eremitorio
de san Antonio, el monaquismo cristiano se propagó durante los siglos IV y V por muchas zonas del Imperio romano. Los
monjes cristianos se entregaron al rezo y a la observación de una vida ascética, pero no sólo en la parte griega o latina
del Imperio romano, sino incluso más allá de sus fronteras orientales, en el interior de Asia. Durante el inicio de la edad
media, estos monjes se transformaron en la fuerza más poderosa del proceso de cristianización de los no creyentes, de la renovación
del culto y de la oración y, a pesar del antiintelectualismo que en reiteradas ocasiones trató de hacer valer sus derechos
entre ellos, del campo de la teología y la erudición.
El cristianismo en Oriente
Uno de los actos del emperador
Constantino que tuvo más repercusión dentro del mundo cristiano, fue su decisión, en el año 330, de trasladar la capital del
Imperio desde Roma hasta una "Nueva Roma", la ciudad de Bizancio, en el punto más oriental del mar Mediterráneo. La nueva
capital, Constantinopla (actual Estambul), así llamada en honor del emperador, se transformó también en el centro intelectual
y religioso del mundo cristiano de Oriente. Mientras que el mundo cristiano de Occidente se fue centralizando de forma progresiva:
una pirámide cuya cima la constituía el papa de Roma (véase Papado), los principales centros del mundo oriental, Constantinopla,
Jerusalén, Antioquía y Alejandría, se desarrollaron de forma autónoma. El emperador de Constantinopla tenía una posición muy
destacada en la vida de la Iglesia. Por ejemplo, él era quien convocaba y presidía los concilios generales de la Iglesia,
órganos supremos de la legislación eclesiástica con respecto a la fe y a los códigos morales. Esta relación especial que surgió
entre la Iglesia y el Estado se denominó, con una simplificación excesiva, cesaropapismo. Fomentó una cultura cristiana (como
lo atestigua la gran basílica de Santa Sofía en Constantinopla, erigida por el emperador Justiniano I), que unió y sintetizó
elementos cristianos y de la antigüedad clásica.
El problema radicaba en que esta simbiosis
podía significar que la Iglesia se subordinara a la autoridad del Estado. La crisis del siglo VIII respecto a la legitimidad
del uso de imágenes en las iglesias cristianas significó también un choque entre la Iglesia y el poder imperial. El emperador
León III el Isaurio las prohibió, precipitando así un conflicto en el que los monjes de Oriente se convirtieron en los
principales defensores de los iconos. Más adelante, se restauró el culto a los iconos, lo que supuso una medida de independencia
para la Iglesia respecto al Estado (véase Iconoclasia). Durante los siglos VII y VIII, tres de los cuatro centros orientales
cayeron bajo la influencia expansiva del islam; el único núcleo que quedó sin conquistar fue Constantinopla, que fue sitiada
en repetidas ocasiones, hasta que cayó en manos de los turcos en 1453. Sin embargo, la lucha con los musulmanes no era tan
sólo de carácter militar. Tanto los cristianos de Oriente como los seguidores del profeta Mahoma trataban de aumentar su mutua
influencia en aspectos de índole intelectual, filosófica, científica e incluso teológica.
El conflicto con respecto a la adoración
de las imágenes resultó ser tan grave porque amenazaba un rasgo fundamental de la Iglesia de Oriente: su liturgia. El cristianismo
de Oriente era, y sigue siendo, una forma de culto a partir del cual surge una forma de vivir y de pensar. La palabra griega
ortodoxia (junto con su sinónimo, en esloveno, pravoslavie) se refiere a la manera correcta de alabar a Dios, lo cual resulta
indisociable del modo correcto de proclamar la verdadera doctrina de Dios y de vivir de acuerdo con su voluntad. Este énfasis
aportó a la liturgia y a la teología de Oriente una categoría que los observadores occidentales, incluso durante la edad media,
caracterizarían como mística, categoría que se intensificó por la fuerte influencia que ejercía el neoplatonismo sobre la
filosofía bizantina. A pesar de que el monaquismo de Oriente, por lo general, se mostraba hostil ante estas corrientes filosóficas
de pensamiento, se llevaba a la práctica una vida de devoción bajo la influencia de los escritos de los Padres de la Iglesia
y de teólogos, como san Basilio, que habían asumido un cristianismo helenístico del que partían muchas de esas ideas filosóficas.
Todos los rasgos distintivos del cristianismo
de Oriente, como la ausencia de una autoridad eclesiástica central, la estrecha relación con el Imperio, la tradición litúrgica
y mística, el uso continuado de la lengua y de otros elementos de la cultura griega, así como su aislamiento a causa de la
expansión musulmana, contribuyeron a su alejamiento de Occidente, lo que por último desembocó en el cisma entre las iglesias
occidental y oriental. De modo general, los historiadores fechan el Gran Cisma a partir de 1054, cuando Roma y Constantinopla
se excomulgaron mutuamente, aunque también se puede decir que la fecha fue 1204, cuando ejércitos procedentes de Occidente,
de camino para arrebatar la Tierra Santa del dominio otomano (véase Cruzadas), atacaron y arrasaron la ciudad cristiana de
Constantinopla. Cualquiera que sea la fecha, la ruptura entre el cristianismo oriental y el occidental se ha mantenido hasta
hoy, a pesar de los repetidos esfuerzos por lograr la reconciliación.
Uno de los puntos de conflicto entre
Constantinopla y Roma, a comienzos del siglo IX, fue el relativo a la evangelización de los eslavos. Pese a que muchas
tribus eslavas, como los polacos, moravos, checos, eslovacos, croatas y eslovenos terminaron envueltas en la órbita de la
Iglesia de Occidente, la gran mayoría de la población eslava se convirtió al cristianismo de acuerdo a las normativas de la
Iglesia oriental (bizantina). Desde su temprana fundación en Kíev, la ortodoxia eslava impregnó Rusia, donde los rasgos distintivos
del cristianismo de Oriente, ya descritos, enraizaron con mucha fuerza. La autoridad autocrática del zar moscovita imitó algunas
de las atribuciones del cesaropapismo bizantino; el monaquismo ruso se dejó influir por el ascetismo y la devoción cultivada
en los monasterios griegos del monte Athos. El énfasis en la autonomía cultural y étnica hizo evidente, desde muy temprano,
que el cristianismo eslavo tenía su propio lenguaje litúrgico (conocido aún como antigua Iglesia eslava). Por otra parte,
esta Iglesia fue incorporando los estilos artísticos y arquitectónicos importados de los centros ortodoxos de las zonas de
habla griega. En la Iglesia de Oriente también había algunos grupos eslavos de los Balcanes (serbios, montenegrinos, bosnios,
macedonios y búlgaros), albaneses, descendientes de los antiguos ilirios, y rumanos, un pueblo de lengua romance. A lo largo
de los siglos de dominio turco en los Balcanes, algunas poblaciones cristianas fueron forzadas a convertirse al islam, como
en el caso de algunos bosnios, búlgaros y albaneses.
El cristianismo en Occidente
A pesar de que el cristianismo
de Oriente era en muchos sentidos el heredero directo de la Iglesia primitiva, una parte del desarrollo más dinámico se dio
en la zona occidental del Imperio romano. De las muchas razones que hubo para ese desarrollo, merecen mención especial dos
causas relacionadas de una forma directa: el crecimiento del poder del Papado y la migración de los pueblos germanos. Cuando
se trasladó la capital del Imperio a Constantinopla, la fuerza más poderosa que quedó en Roma fue la de los obispos. La antigua
ciudad, capital de la Iglesia de Occidente, desde la que se podía seguir la huella de la fe cristiana a partir de la obra
de los apóstoles Pablo y Pedro, en reiteradas ocasiones actuó como árbitro de la ortodoxia mientras otros centros, incluida
Constantinopla, caían en la herejía o en los cismas. Roma sostenía esta posición cuando las sucesivas oleadas de tribus, en
lo que fue llamado el periodo de las invasiones bárbaras, asolaron Europa. La conversión de los invasores al cristianismo,
como en el caso del rey de los francos, Clodoveo I, significó al mismo tiempo su incorporación a una institución presidida
por el obispo de Roma. A medida que fue decayendo el poder de Constantinopla sobre las provincias del oeste, se fueron creando
reinos germánicos autónomos, hasta que en el 800 nació un nuevo imperio soberano en Occidente, cuando el papa León III
coronó emperador a Carlomagno.
Por lo tanto, el cristianismo occidental
durante la edad media, al contrario de su réplica oriental, era una entidad única, o por lo menos eso trataba de ser. Cuando
alguno de los pueblos se convertía al cristianismo adoptaba como lengua oficial el latín, proceso en el que, por lo común
(como fue el caso de los francos y los visigodos en la península Ibérica), perdían incluso su propia lengua. Así fue como
el lenguaje de la antigua Roma se transformó en la lengua litúrgica, literaria y cultural de Europa occidental. Si bien los
arzobispos, los obispos y los abades ejercían gran poder sobre sus regiones, estaban subordinados a la autoridad del papa,
a pesar de que con bastante frecuencia éste era incapaz de satisfacer sus peticiones. Durante los primeros siglos de la edad
media, en Europa occidental hubo largas controversias teológicas, aunque nunca llegaron a las enormes proporciones que alcanzaron
en Europa oriental. La teología occidental no pudo, al menos hasta después del siglo XI, alcanzar los extremos de complejidad
filosófica de Oriente. La sombra de san Agustín continuó dominando durante mucho tiempo la teología latina, y había dificultades
para acceder a los textos de las meditaciones doctrinales de los antiguos pensadores cristianos.
La imagen de cooperación que existía
entre Iglesia y Estado, simbolizada por la coronación de Carlomagno por el Papa, no debe interpretarse como que no hubo problemas
entre ellos durante la edad media. Muy al contrario, con frecuencia surgían conflictos con respecto a sus respectivas esferas
de autoridad. El desacuerdo más común era el referente al derecho del soberano a nombrar obispos en sus dominios (investidura
laica), problema que llevó al papa Gregorio VII y al emperador Enrique IV a un callejón sin salida en 1075. El Papa
excomulgó al Emperador y éste se negó a reconocer la autoridad papal. Estuvieron un tiempo reconciliados cuando el mismo Enrique
se sometió en Canosa a la penitencia que le impuso el pontífice en 1077, pero la tensión continuó. Poco tiempo después, se
estaba discutiendo un asunto muy parecido con respecto a la excomunión del rey Juan Sin Tierra, de Inglaterra, dictada por
el papa Inocencio III en 1209, controversia que terminó cuatro años más tarde, cuando el Rey aceptó los dictámenes del
Papa. La causa de estas disputas estaba en la compleja implicación de la Iglesia en la sociedad feudal. Los obispos y abades
administraban grandes extensiones de terrenos y otros bienes, constituyendo así una gran fuerza económica y política, sobre
la que el rey tenía que ejercer un cierto control si quería hacer valer su autoridad sobre la nobleza secular que estaba bajo
su potestad. Por otro lado, el Papado no podía permitir que la Iglesia del país se transformara en el títere de un régimen
político.
A pesar de lo referido, sí existió
cooperación entre la Iglesia y el Estado cuando, durante las Cruzadas, cerraron filas contra el enemigo común. La conquista
musulmana de Jerusalén significó que los Santos Lugares vinculados a la vida de Jesús quedaron bajo el control de un poder
no cristiano, aunque se debe reconocer que las noticias que llegaban referentes a las molestias que sufrían los peregrinos
a manos de los musulmanes eran sumamente exageradas. El hecho es que en el exaltado ambiente medieval del cristianismo fue
intensificándose la certeza de que era deseo de Dios organizar un ejército cristiano para liberar Tierra Santa. Al emprender
la primera Cruzada en 1095, las tropas cristianas lograron formar un reino latino y un patriarcado en Jerusalén, aunque un
siglo más tarde la ciudad volvió a caer bajo dominio musulmán; en el plazo de 200 años ya había sucumbido hasta el último
reducto cristiano. En este sentido, las Cruzadas fueron un fracaso, o incluso, como ocurrió en el curso de la cuarta Cruzada
(1202-1204), un verdadero desastre. No sirvieron para restaurar el cristianismo de forma permanente en Tierra Santa, ni tampoco
para unificar Occidente, ni en el plano eclesiástico ni en el orden político. Al contrario, aumentaron los rencores entre
los cristianos orientales y occidentales, ahondando más en sus diferencias.
No obstante, la Iglesia medieval sí
logró un triunfo muy importante durante este periodo, que fue el desarrollo de la filosofía y la teología escolásticas. Partiendo
siempre del sustrato doctrinal de las enseñanzas expuestas por san Agustín, los teólogos latinos volcaron su interés en la
relación entre el conocimiento de Dios alcanzable por la razón humana por sí misma, y el conocimiento que se adquiere a través
de la revelación. Se adoptó el lema de san Anselmo: "Creo en aquello que puedo entender", y se buscó una prueba concluyente
para demostrar la existencia de Dios basada en la estructura misma del pensamiento humano (el argumento ontológico). En esa
época, Pedro Abelardo estudió las contradicciones que existían entre las distintas tendencias de la tradición doctrinal de
la Iglesia, con la idea de desarrollar métodos para lograr armonizarlas. Esos dos cometidos dominaron el pensamiento de los
siglos XII y XIII, hasta que la recuperación de las obras perdidas de Aristóteles hizo posible el acceso a un conjunto
de definiciones y de matices que pudieron ser aplicados en ambos casos. La teología filosófica de san Agustín buscó hacer
justicia al conocimiento natural de Dios, a la vez que exaltaba las enseñanzas reveladas en los Evangelios, y entrelazó las
partes dispersas de la tradición formando una sola unidad. San Agustín, junto con sus contemporáneos, san Buenaventura y Tomás
de Aquino, representaba el ideal intelectual del cristianismo medieval.
Sin embargo, coincidiendo con la muerte
de santo Tomás de Aquino, aparecieron nubes que amenazaron tormenta en la Iglesia de Occidente. En 1309, el Papado se trasladó
de Roma a Aviñón, donde se mantuvo hasta 1377 en la denominada cautividad de Babilonia de la Iglesia. A estos acontecimientos
siguió el Gran Cisma de Occidente, durante el cual hubo dos, y a veces hasta tres, aspirantes al solio pontificio. Este litigio
no se resolvió hasta 1417, cuando se volvió a unir el Papado, aunque jamás logró recuperar el férreo control ni la autoridad
anteriores.
La Reforma y la Contrarreforma
Hubo reformadores de distintas
tendencias, como por ejemplo John Wycliffe, Jan Hus y Girolamo Savonarola, que denunciaron públicamente el relajamiento moral
y la corrupción económica que existían dentro de la Iglesia "en sus miembros y en sus mentes"; buscaban provocar un giro radical
de la situación. Al mismo tiempo, se estaban produciendo profundos cambios de tipo social y político, producto del despertar
de la conciencia nacional y de la fuerza e importancia cada vez mayores que iban adquiriendo las ciudades, en las que surgió
con gran poder una nueva clase social sostenida por el comercio. La Reforma protestante podría ser considerada producto de
la convergencia de dichas fuerzas: un movimiento para introducir cambios dentro de la Iglesia, el ascenso del nacionalismo
y el avance del "espíritu del capitalismo".
El reformador Martín Lutero fue la
figura catalizadora que aceleró el nuevo movimiento. Su lucha personal por buscar la certeza religiosa lo condujo, en contra
de sus deseos, a cuestionar el sistema medieval de salvación, e incluso la propia autoridad de la Iglesia; su excomunión por
el papa León X fue un paso adelante hacia la irreversible división del mundo cristiano en Occidente. El proceso tampoco
se limitó a la Alemania de Lutero. Hubo movimientos reformistas en Suiza, que pronto encontraron el apoyo y liderato de Ulrico
Zuinglio y en especial de Juan Calvino, cuya obra Institutio christianae religionis se transformó en el más influyente compendio
de la nueva teología. La Reforma inglesa, desencadenada por los problemas personales del rey Enrique VIII, evidenció
la fuerte influencia que tenían los reformadores en Inglaterra. La Reforma en Inglaterra tomó su propia vía, manteniendo algunos
elementos procedentes de la religión católica, como el episcopado histórico, con otros rasgos protestantes, como el reconocimiento
de la exclusiva autoridad de la Biblia. El pensamiento de Calvino ayudó en Francia al avance de los hugonotes, grupo que era
rechazado con violencia tanto por la Iglesia como por el Estado, aunque al final logró ser reconocido por el Edicto de Nantes
en 1598 (revocado en 1685). Los grupos reformadores más radicales, entre los que destacaban los anabaptistas, se pusieron
en contra tanto de otros grupos protestantes como de Roma, rechazando prácticas tan antiguas como el bautismo infantil e incluso
dogmas como el de la Santísima Trinidad; también estaban en contra de la alianza entre Iglesia y Estado.
La confluencia de la Reforma religiosa
con el creciente nacionalismo ayudó a determinar su éxito allí donde logró contar con el respaldo de los nuevos estados nacionales.
Como consecuencia de estos lazos, la Reforma ayudó a fomentar las lenguas vernáculas, en especial a través de traducciones
de la Biblia, que contribuyeron a modelar el lenguaje y el espíritu nacional de los pueblos. También otorgó un nuevo impulso
a las predicaciones bíblicas y al culto en lengua vernácula, en la que se compusieron himnos nuevos. Dada la importancia que
se concedió a que todos los creyentes participaran en el culto y en las oraciones, la Reforma desarrolló sistemas para enseñar
y difundir la doctrina y la ética, presentados en forma de catecismos.
La Reforma protestante no fue suficiente
para agotar el espíritu renovador que existía dentro de la Iglesia católica. Como respuesta al desafío protestante, y en función
de sus propias necesidades, la Iglesia convocó el Concilio de Trento, que se prolongó desde 1545 hasta 1563, año en que se
logró dar una formulación definitiva a las doctrinas que se debatían, y asimismo instituir reformas legislativas prácticas
respecto a la liturgia, la administración de la Iglesia y la enseñanza de la fe. La responsabilidad de llevar a cabo las decisiones
tomadas en el Concilio recayó sobre todo en la Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola. Considerando que estos
cambios religiosos coincidieron con el descubrimiento del Nuevo Mundo, el hecho fue contemplado como una oportunidad providencial
para evangelizar a quienes jamás habían oído el anuncio evangélico. El hecho de que el Concilio de Trento no tomara en consideración
ninguna de las propuestas de los reformistas y reafirmara las de la Iglesia católica tuvo el efecto de hacer de la división
de la Iglesia algo permanente.
Nuevas divisiones continuaron surgiendo
en las iglesias. En un plano histórico, es probable que las más destacadas fueran las de la Iglesia de Inglaterra. Los puritanos
se oponían a los "remanentes del papismo" que existían aún en la vida litúrgica e institucional del anglicanismo, y presionaron
para lograr su eliminación total. Dada la unión anglicana entre la Corona y la Iglesia, este problema adquirió, a medida que
se fue desarrollando, consecuencias políticas violentas, que culminaron con el estallido de la Guerra Civil inglesa y la ejecución
del rey Carlos I en 1649. El puritanismo encontró su más completa expresión en Estados Unidos, tanto en el aspecto político
como en el teológico. Los pietistas de las Iglesias calvinistas y luteranas de Europa permanecían como un grupo dentro de
la organización, en vez de formar una Iglesia independiente. Pero en Estados Unidos el pietismo representó los puntos de vista
y las perspectivas de futuro de muchos de los grupos llegados de Europa. El pietismo europeo también tuvo eco en Inglaterra,
gracias a las doctrinas de John Wesley, fundador del movimiento metodista.
El período moderno
Ya durante el siglo XVI,
cuando se produjo la Reforma, e incluso de forma más marcada durante los siglos XVII y XVIII, se hizo notorio que el
cristianismo estaba obligado a definirse ante el auge de la ciencia y la filosofía modernas. Este problema se hizo presente
en todas las Iglesias, aunque de distinto modo. El hecho de que Galileo hubiera sido condenado por la Inquisición, acusado
de herejía, encontró más tarde su equivalente en las controversias protestantes acerca de las consecuencias de la teoría de
la evolución en el relato bíblico de la creación. El cristianismo, por lo general, también actuaba a la defensiva frente a
otros movimientos modernos. El método crítico histórico que se empleaba para estudiar la Biblia, y que había comenzado a utilizarse
en el siglo XVII, parecía estar amenazando la autoridad de las Escrituras, por lo que se condenó el racionalismo del
Siglo de las Luces por considerarse una fuente de indiferencia religiosa y de anticlericalismo (véase Ciencia bíblica). Considerando
la importancia que se concedía a la capacidad del hombre para determinar el destino de la humanidad, incluso la democracia
podía ser condenada por la Iglesia. El incremento de la secularización de la sociedad hizo que la Iglesia perdiera el control
de muchos aspectos de la vida cotidiana, como por ejemplo la enseñanza.
A resultas de esta situación, el cristianismo
tuvo que redefinir su relación con el orden civil. La tolerancia religiosa para con los grupos religiosos minoritarios, y
luego la gradual separación entre la Iglesia y el Estado, representaron una ruptura con el sistema que, entre multitud de
altibajos, había prevalecido desde la conversión de Constantino, y constituyó, según la opinión de los estudiosos, el cambio
de mayor alcance en la historia moderna del cristianismo. Llevada a una conclusión lógica, a muchos les pareció que implicaba
tanto la reconsideración de cómo los distintos grupos y sus tradiciones que se hacían llamar cristianos estaban interrelacionados,
como una revisión de la forma en que, tomados en conjunto, se hallaban vinculados a otras tradiciones religiosas. El estudio
de la trascendencia de estos dos conflictos ha desempeñado un papel muy importante durante los siglos XIX y XX.
El movimiento ecuménico ha sido la
organización que con más empeño ha intentado unir, o al menos llevar a un acuerdo más estrecho, a grupos cristianos que han
estado distanciados durante largos periodos. En el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica dio importantes pasos en
favor de lograr una reconciliación tanto con la Iglesia de Oriente como con los protestantes. Asimismo, durante este concilio
se reconoció por primera vez en un foro oficial lo positivo que era el genuino poder espiritual presente en otras religiones
del mundo. El vínculo existente entre el cristianismo y el judaísmo representa un caso especial. Después de muchos siglos
de hostilidad e incluso de persecuciones, ambas confesiones han hecho un esfuerzo por llegar a un entendimiento común, acercamiento
que no se producía desde el siglo I.
La reacción que han tenido las iglesias
ante su incorporación a un mundo más moderno y cambiante, también ha producido el hecho sin precedentes que supone el incremento
en el interés por los asuntos teológicos. Los teólogos protestantes Jonathan Edwards y Friedrich Schleiermacher y los pensadores
católicos Blaise Pascal y John Henry Newman tomaron en sus manos la misión de reorientar las tradicionales apologías de la
fe, basándose en experiencias religiosas propias, como una forma de hacer válida la realidad de Dios. En el siglo XIX
fue cuando se realizaron más investigaciones históricas acerca del desarrollo de las ideas e instituciones cristianas. Este
estudio subrayó que no había una modalidad en particular de doctrina o estructura eclesiástica que pudiera afirmar ser absoluta
y última. Estos estudios también sirvieron a otros teólogos para reinterpretar el mensaje de Cristo. A pesar de que la investigación
literaria de los textos bíblicos era contemplada con mucho recelo por los más conservadores, sirvió para obtener nuevos datos
sobre cómo se habían compuesto y reunido las distintas partes de la Biblia. El estudio de la liturgia, junto con el reconocimiento
de que las formas antiguas no siempre tenían sentido en la era moderna, estimuló la reforma del culto.
La relación ambivalente que existe
entre la fe cristiana y la cultura moderna, que se hace notoria en todas estas tendencias, se reconoce también en el papel
que ha representado el cristianismo en la historia social y política. Encontramos a los cristianos divididos en las discusiones
que tuvieron lugar a lo largo del siglo XIX a raíz del tema de la esclavitud, y las distintas tendencias utilizaron argumentos
procedentes de la Biblia. El surgimiento de ideologías que propiciaron diversas revoluciones políticas y sociales en los siglos XIX
y XX tuvo su repercusión entre los grupos cristianos, generalmente tachados de reaccionarios, en especial bajo los regímenes
de inspiración marxista del siglo XX. No obstante, también surgieron tendencias que buscaban conciliar el cristianismo
con los cambios sociales, y en algunos casos la fe revolucionaria ha surgido de fuentes cristianas. Mohandas Karamchand Gandhi
sostenía que actuaba en el espíritu de Jesucristo, y Martin Luther King fundamentó sus enseñanzas y su programa político en
el Sermón de la Montaña. Igualmente, han sido personalidades cristianas las encargadas de denunciar las enormes desigualdades
existentes en zonas del Tercer Mundo, costándoles la vida en varias ocasiones, como fue el caso de monseñor Romero en El Salvador.
Durante
los últimos 25 años del siglo XX, los movimientos misioneros de la Iglesia han llevado la fe cristiana por todo el mundo.
La adaptación de las costumbres nativas plantea problemas teológicos y de tradición, como, por ejemplo, conseguir que las
tribus africanas polígamas adopten una vida familiar cristiana.