ASAMBLEA 2006: PRIMERA PLÁTICA

ASAMBLEA GENERAL DEL 2006

LA IGLESIA QUE CRISTO FUNDÓ

Vamos a comenzar reflexionando sobre el testimonio que nos da la Escritura acerca de la Iglesia que Jesús funda.
Nosotros sabemos que la Iglesia es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.
En general se nos ha enseñado a identificar esta Iglesia con la Iglesia Católica Romana que, en su forma concreta de organizarse y ejercer su misión, muchas veces se ha alejado profundamente de lo que Jesús enseñó: con frecuencia se ha convertido en una institución excluyente que ha marginado y rechazado a las comunidades carismáticas, que ha maltratado a muchos grupos y que, finalmente, ha decretado nuestra excomunión. 
Si nosotros no somos iluminados por lo que nos dice la Escritura, nos podemos sentir atormentados, temerosos o nos dejamos llevar por lo que dice la gente por ignorancia o para mantener su poder.  Por eso es muy importante que veamos realmente cómo es la Iglesia que Jesús funda y cuáles son sus características, para que lleguemos a tomar conciencia de que, efectivamente, nada ni nadie nos puede excomulgar ni excluir de la Iglesia UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA, como Jesús la fundó y como la Sagrada Escritura la testimonia.
Vamos a indicar ocho características fundamentales de la Iglesia.  Estas se fundamentan totalmente en la Biblia. No son opiniones ni inventos nuestros. Básicamente se trata de un estudio hecho por un biblista católico muy famoso, el Padre J. Mateos, s.j., traductor y editor de “La nueva Biblia Española”.

1 – Una iglesia fundamentada en el reconocimiento de Jesús como Mesías el Hijo de Dios.
- El fundamento de la Iglesia es la confesión y aceptación de Jesús como Mesías, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16).
Esa es la roca sobre la que se fundamenta (Mt 16,18)
- Pero aceptar a Jesús no es solamente aceptar una doctrina sino es algo muy exigente:
- Marcos dice que aceptar a Jesús es «estar con él» (Mc 3,14), es decir, es aceptar su persona y su modo de vivir.
- Es lo mismo que Juan expresa como amor a Jesús (Jn 14,15). Amar a Jesús es hacer lo que Él hace y como Él lo hace.
- Mateo y Lucas insisten en lo mismo al poner en boca de Jesús que no basta llamarlo «Señor, Señor», sino que hay que poner en práctica su mensaje (Mt 7,21; Lc 6,46).
- Por eso, aceptar a Jesús es lo mismo que seguirlo. Seguir a Jesús significa mantenerse cercano a Él siguiendo el mismo camino que él siguió. 
- El seguimiento consiste en hacer propia la realidad interna de Jesús, es tener su mismo Espíritu, sus mismas actitudes.
- La comunión de Espíritu con Jesús crea con él una comunión de vida que Juan dice que es semejante a la unión que existe entre los sarmientos con la vid (Jn 15,1-4).

2. Una comunidad del Espíritu
- Por la aceptación de Jesús, cada uno de los miembros de la comunidad cristiana participa de su Espíritu (Jn 1,16).
- El rasgo propio de la comunidad es poseer una vida nueva, que es la misma vida de Dios.
- Por el Espíritu se realiza la presencia del Padre y de Jesús en cada persona y en la comunidad.
- La presencia por medio del Espíritu es el modo de presencia permanente que sustituye a la presencia corporal de Jesús en el mundo (Jn 14,16-19).
- El mismo Jesús pone su presencia a través del Espíritu por encima de su presencia física. Por eso dice a sus discípulos: «Les conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el valedor (el Espíritu) no vendrá con ustedes. En cambio, si me voy, se lo enviaré» (Jn 16,7).
- De este modo, el Espíritu es el que realiza la unidad en la comunidad cristiana y en toda la Iglesia. Es la unidad de vida y amor, que crea la igualdad y desemboca en la unidad de compromiso.
- Dentro de la Iglesia hay una ilimitada diversidad individual, pero hay un único compromiso de fondo: trabajar para comunicar vida a la humanidad, es decir, proclamar la llegada del Reino de Dios.
- El Espíritu es el que funda e inspira la oración de la comunidad. La oración tiene dos aspectos, la unión con Dios y la petición a Dios. La unión con el Padre y con Jesús está dada por el Espíritu mismo, pues es la presencia de ambos en el cristiano (Jn 14,23), y la oración cristiana fundamental consiste en tomar conciencia de esta realidad; si se expresa con palabras, se traducirá en alabanza y acción de gracias.
- En Jn 20,21s, el envío para la misión sigue inmediatamente al don del Espíritu. Pues el Espíritu, siendo amor, impulsa al compromiso con la humanidad; siendo vida, puede comunicarla a los hombres; siendo fuerza, sostiene en las dificultades y en la persecución (Mc 13,11: «Cuando los conduzcan para entregarlos, no se preocupen por lo que van a decir, sino lo que les sea comunicado en aquella hora, díganlo, pues no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu Santo»).
- De hecho, en medio de la persecución, el Espíritu impide que la comunidad se acobarde o se sienta culpable por no aceptar los valores y normas de la sociedad injusta que la juzga y la condena. El Espíritu le hace ver que, a pesar del rechazo y condena, en Jesús está la vida y en las instituciones tradicionales está la muerte (Jn 16,8-11).

3. Una comunidad de personas libres
- La libertad propia de los seguidores de Jesús se debe a que en la nueva comunidad todos poseen el mismo Espíritu, que establece en cada uno la relación de hijo respecto a Dios Padre.
- Esta relación excluye el temor (1 Jn 4,18: «En el amor no existe temor...; quien siente temor aún no está realizado en el amor»), pues el Padre no pide la sumisión y la obediencia; lo que espera y desea (Jn 4,23) es la semejanza de sus hijos con él (Mt 5,48: «sed buenos del todo, como es bueno vuestro Padre del cielo»).
- La experiencia de Dios como Padre, no ya como Jefe o Rey, crea la libertad fundamental del cristiano, liberándolo de toda esclavitud y sumisión (Jn 8, 32.36). Esta condición se refleja en la comunidad cristiana, donde no hay unos que manden y otros que obedezcan, unos que estén por encima y otros por debajo; la relación mutua es la de amistad (3 Jn 15).
- Así lo afirma Jesús cuando le reprochan no seguir la tradición de los maestros espirituales, que imponían a sus discípulos disciplinas duras (Mc 2,18: el ayuno). Para Jesús, el ambiente de fiesta que debe existir en su comunidad (comparación con la boda) excluye la tristeza y el vínculo que une a los discípulos con él no es el de la obediencia, sino el de la amistad (Mc 2,19 par.: «los amigos del novio/esposo»; Lc 12,4; Jn 15,15).
- Jesús, por tanto, no quiere que sus discípulos mantengan respecto de él una dependencia infantil, sino que los quiere hombres adultos, autónomos, responsables de su vida y de su actividad.
- La experiencia de libertad propia de Jesús y los discípulos ha de ser comunicada a los demás hombres. Por eso, en los episodios de los panes, Jesús, o los discípulos por encargo suyo, hacen que la gente se recueste en la hierba o en el suelo para comer (Mc 6,39 par.; 8,6 par.), significando con ello la libertad a la que están llamados. 

4. Una comunidad de iguales
- La igualdad fundamental de los miembros de la comunidad de Jesús la explica Mateo en la parábola de los jornaleros de la viña (19,30-20,16). La parábola muestra claramente que todos los llamados a trabajar por una humanidad nueva («la viña», símbolo del reino de Dios) reciben el mismo jornal, con independencia del momento de la llamada y del cansancio del trabajo.
- El jornal igual para todos es figura del Espíritu de vida que recibe cada miembro de la comunidad como fruto de su trabajo, de su decisión y dedicación.
- Según la parábola, en la nueva comunidad el trabajo no ha de hacerse en vista de la recompensa, sino por voluntad de servicio, como fruto espontáneo del Espíritu de vida.
- No se trabaja para crear desigualdad y privilegios, sino para procurar la igualdad entre todos, y ésta debe manifestarse en la comunidad cristiana.
- La cantidad o calidad del trabajo o del servicio, la antigüedad, el mayor rendimiento, no han de crear situaciones de privilegio ni ser fuente de mérito, pues este servicio debe ser la respuesta desinteresada a un llamamiento gratuito.
- Jesús mismo establece una relación de igualdad con los suyos al llamarlos «amigos» (Mc 2,17 par.; Lc 12,4; Jn 15,15) y «hermanos» (Mc 3,35 par.; Mt 28,10; Jn 20,17). Por eso no consiente nada que cree desigualdad entre sus seguidores (Mt 23,8-10).
- La igualdad no se opone, sin embargo, a la organización de la comunidad, la cual es necesaria para que pueda desarrollar su actividad interna o externa.
- Pero la organización se basa precisamente en la realidad de los carismas, es decir, en los dones naturales o adquiridos de los miembros, potenciados por el Espíritu y puestos al servicio del amor.
- El carisma de cada uno, reconocido por la comunidad, lo capacita para desempeñar determinadas funciones en el grupo y dirigir determinadas actividades. Hay que tener en cuenta que la organización tiene fines prácticos, no se trata de una institución fija y permanente; su criterio es la necesidad o conveniencia, en función sobre todo de la misión. Y hay que tener siempre presente que, en la comunidad cristiana, las cualidades personales o la responsabilidad que se asume no otorgan superioridad.

5. Una comunidad abierta a todos
- Contra el particularismo y exclusivismo de la sociedad judía de su tiempo, Jesús abre las puertas a todos los excluidos y marginados de dentro y de fuera de ella. Se acerca a las categorías socialmente despreciadas, en particular a los descreídos, llamados «pecadores» por los observantes de la Ley. No sólo se acerca a ellos, sino que los invita a formar parte de su grupo (Mc 2,14 par.), que aparecerá compuesto por personas procedentes del sistema religioso y por otros excluidos por éste.
- Así se muestra en el banquete que se celebra después del llamamiento de Leví, el recaudador/pecador, representante de esta clase marginada. A la mesa, junto con Jesús y sus discípulos (los seguidores procedentes del judaísmo) se van recostando los recaudadores y descreídos que se han visto aceptados en la persona de Leví (Mc 2,15) y se les acepta como iguales. Este banquete es figura de la comunidad universal de Jesús, pues detrás de los descreídos israelitas se abre el camino de los paganos, los «descreídos» por excelencia para los judíos.
- Jesús no afirma solamente la igualdad entre todos los seres humanos, sino también la igualdad entre los pueblos. La aceptación de los paganos y su integración en la sociedad nueva está expresada por Marcos en el episodio del paralítico (2,1-13). En él, cuatro cargadores (en relación con los cuatro puntos cardinales) (2,3) representan a la humanidad que se acerca a Jesús deseosa de salvación; el paralítico representa a la misma humanidad, que, por su estado de muerte/pecado (parálisis), necesita ser salvada. En contra del desprecio y el rechazo que sentían los judíos por los pueblos paganos, destinados, según la teología oficial, a ser sometidos a Israel, la obra de Jesús con ellos consiste en borrar el pasado de injusticia que los paraliza impidiendo su desarrollo (2,5) y en comunicarles la vida en el Espíritu (2,10s) que los capacita para alcanzar la plenitud humana.
- Mateo y Lucas, en los relatos que describen la curación del siervo del centurión (Mt 8,5-13; Lc 7,1-10), anuncian la salvación que ofrece el mensaje de Jesús a la humanidad sin distinción de pueblos, razas o religiones.
- Juan, por su parte, expresa este ofrecimiento universal de salvación en el episodio que trata de la curación del hijo del funcionario real (Jn 4,46b-54). Lo mismo indican Mateo y Lucas al anunciar la participación en la alegría del banquete mesiánico (símbolo de la sociedad futura) de hombres procedentes de los cuatro puntos cardinales, mientras Israel, como grupo físico, que rechaza el programa universalista de Jesús, queda excluido de él (Mt 8,10-12; Lc 13,28-30). Esto mismo afirma Jesús en la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,9 par.) y en la de los invitados al banquete (Mt 22,1-10; Lc 14,15-24).
- La carta a los Efesios formula así el plan de Dios para llevar la historia a su plenitud: «hacer la unidad del universo por medio del Mesías, de lo terrestre y de lo celeste» (Ef 1, 10);

6. Una comunidad solidaria
- La opción por la pobreza de espíritu (Mt 5,3), puesta por Jesús como condición indispensable para dar comienzo a la sociedad alternativa –o la Iglesia como la quiere y la funda- (que es signo de la presencia «del reino de Dios») ha de ser la opción fundamental de la comunidad (Mt 16,24 par.: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo», es decir, que renuncie a toda ambición).
- De ahí la recomendación de Jesús de que los suyos no acumulen capital ni pongan su confianza en el dinero (Mt 6,19-21) y la incompatibilidad que establece entre fidelidad a Dios y culto al dinero (Mt 6,24).
- Compartiendo se enseña a compartir; tal es la lección que da Jesús en los episodios de los panes (Mc 6,34-45; 8,1-9). Ante el problema del hambre de las multitudes, los discípulos se muestran insolidarios y le piden a Jesús que despida a la gente para que cada uno se las arregle como pueda (Mc 6,36). Cuando Jesús los invita a que les den ellos mismos de comer, ponen como objeción la carencia de dinero (Mc 6,37). En respuesta, Jesús coge todo el alimento que tienen y se lo va dando a los discípulos para que ellos lo sirvan a la gente (Mc 6,41; 8,6). La abundancia de las sobras (Mc 6,43; 8,8) muestra la eficacia del compartir. La enseñanza de estos episodios es que, si hubiera solidaridad, estaría resuelto el problema del hambre. Y es misión de la comunidad cristiana mostrar una solidaridad que impulse a los demás hombres a la generosidad.
- Esto no tiene solamente un sentido material sino, sobre todo, se refiere a compartir la vida en el Espíritu, que es el don más preciso que Cristo da y el secreto de la Iglesia y la nueva humanidad.

7. Una comunidad de servicio
- Los discípulos de Jesús procedentes del judaísmo («los Doce») conservaban la mentalidad jerárquica propia del mundo judío y pretendían erigirse en superiores a los demás (Mc 9,33b-34).
- Jesús reacciona rechazando esta actitud y proclamando el principio de que, en su comunidad, «ser primero», es decir, estar más cerca de él, se obtiene únicamente por la renuncia a toda ambición de poder o de dominio (9, 35: «ser último de todos») y por una actitud de servicio a todos los miembros de la comunidad («servidor de todos»).
- Pone como ejemplo a un seguidor suyo al que Marcos presenta como «niño» (9,36a), resumiendo así en su figura los rasgos de «último» y «servidor». Jesús abraza a este seguidor mostrando su identificación con él y su cariño (9,36b).
- La ambición de los Doce se vuelve a mostrar con motivo de la subida a Jerusalén (Mc 10,32-34). Los Zebedeos piden a Jesús ocupar los primeros puestos en el reino mesiánico, que, según ellos esperaban, iba a ser inaugurado por Jesús en la capital (10,37). La ambición de los dos hermanos provoca la indignación de los otros miembros del grupo (10,41), que, en el fondo, aspiran a lo mismo. Jesús aprovecha la ocasión para echarles en cara que el ideal mesiánico profesado por ellos equivale a cualquier tiranía de las que se ejercen en la humanidad (10,42).
- Insiste a continuación en la actitud propia de sus seguidores: para «ser primero» hay que ponerse al servicio de todos los miembros de la comunidad (cf. Mt 23,11; Lc 22, 24-27); para «ser grande» hay que hacerse «siervo», es decir, hay que solidarizarse con los oprimidos de la humanidad entera.
- Por tanto, siguiendo a Jesús, ningún cristiano ha de exigir servicio dentro de la comunidad, sino prestarlo, y además ha de estar dispuesto a trabajar sin miedo alguno por la liberación de los oprimidos (Mc 10,44s par.).
El sentido del servicio a los hombres se encuentra especificado en el Evangelio de Juan en el relato del lavatorio de los pies (Jn 13,2-17).

8. Una comunidad misionera.
- La Iglesia como la funda Jesús, es, definitivamente UNA; SANTA; CATÖLICA Y APOSTÖLICA.
- Es Una porque su centro y vida lo constituye el Espíritu Santo, que es indivisible.
- Es Santa porque todos sus miembros han sido santificados por el Espíritu y hechos hijos de Dios por la participación en su misma vida.
- Es Católica porque está abierta a toda la humanidad.  Tiene espacio para cada uno.
- Es Apostólica porque recibe el mismo mandato de los apóstoles: ir por todo el mundo a proclamar la Buena Noticia del Reino y de la vida nueva a toda la humanidad, sin ningún tipo de distinción.

- A la luz de lo anterior podemos meditar y concluir: indudablemente, como la Escritura enseña y como el Espíritu lo testimonia en nuestros corazones, lo que estamos haciendo y la forma como estamos viviendo la Iglesia corresponde precisamente a lo que Jesús quiso y a la Iglesia UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA que Él fundó.  Incluso las críticas y persecuciones son el signo que confirma que lo que hacemos es realmente auténtico.