El viernes 1 de septiembre, por la mañana, el arzobispo llegó hasta el Centro de Eventos San Gabriel de la cabecera departamental de Sololá para presidir el decanato de Sololá/Totonicapán.

Se contó con una participación muy numerosa de fieles, así como de los tres padres que ejercen el ministerio: Padres Jarlin, Tomás y José Ramón.

Después de la formación, la cual versó en torno al sentido de lo que implica el pecado y lo que significa reconocerse pecador, algunos hermanos participaron en el diálogo.

Se subrayó la importancia de tener una comprensión adecuada de lo que es el pecado, la misericordia y la gracia de Dios, así como de la corrección.

Los coordinadores de los consejos pastorales y los presbíteros de las parroquias de Sololá y Tzanixnan, así como del centro pastoral de Santa María Chiquimula, presentaron sus informes.

Se pudo constatar que hay un crecimiento sostenido en todas las comunidades.

La fase de celebraciones litúrgicas comenzó con la administración del sacramento de la reconciliación a los hermanos que estaban participando en el decanato.

Los hermanos con humildad se reconocieron pecadores y recibieron la absolución, por la acción del Espíritu Santo, a través del ministerio de la iglesia.

Durante la homilía, el arzobispo explicó cuál es el sentido de la vigilancia requerida para poder participar en el banquete al que el Señor invita a todos.

En ese contexto, invitó a los hermanos a implorar del Señor la gracia de ser fieles en la respuesta al Señor.

Uno de los avances grandes que se han notado es que se han formado grupos de acólitos en las comunidades, especialmente de la parroquia Santísima Trinidad de Sololá.

Por lo mismo, los niños fueron presentados para recibir la bendición para el ejercicio de su ministerio.

Entre las fuerzas más importantes de las comunidades se encuentran, tanto los catequistas como los predicadores.

Por lo mismo, después de prepararlos, fueron invitados para que en esta ocasión recibieran la bendición para ejercer el ministerio y renovaran su compromiso de entrega al Señor.

Finalmente, el arzobispo presidió la celebración de la divina liturgia, la cual fue acompañada por el coro de la parroquia de San Miguel Arcángel de Tzanixnam, Totonicapán.

Concelebraron los padres Jarlin Garrido, Tomás Canajay y José Ramón Espinal.

El sábado 2 de septiembre, por la mañana, el arzobispo llegó hasta la catedral de San Juan Bautista de San Comalapa, Chimaltenango, para presidir el decanato de Chimaltenango.

Se contó con la participación de cinco de los 6 presbíteros involucrados en el decanato, así como de numerosos hermanos procedentes de las diferentes parroquias.

Después de la información y de la formación que impartió el arzobispo, algunos de los hermanos plantearon algunas preguntas e hicieron diferentes comentarios.

En general se pudo notar el interés y la participación activa de todos, en la formación que se impartió.

Hacia el final de la mañana, el arzobispo presidió la administración del sacramento de la reconciliación a algunos de los hermanos que habían participado en el decanato.

Sobresalió la presencia del grupo de catequistas de la confirmación de la crismación y del envío misionero.

En la visita anterior a Comalapa, el arzobispo bendijo a los lectores de la parroquia. Sin embargo hubo tres de ellos que no pudieron ser bendecidos.

Por lo mismo, dentro del marco de las celebraciones litúrgicas, se bendijo a los hermanos, después de exhortarlos a ser testigos de la Palabra viva de Dios.

También, dentro del marco de la celebración, se impartió la bendición para que los catequistas, particularmente los de la confirmación, ejerzan su ministerio.

El arzobispo recordó que en la Iglesia el único maestro es el Espíritu Santo y que, por lo mismo, para cumplir con la misión recibida, es necesario estar lleno de Él.

Finalmente, el arzobispo presidió la divina liturgia, para los hermanos que habían sido bendecidos para los diferentes ministerios.

Concelebraron los Padres Rigoberto, Francisco, Eliseo y Fredi Mux.

El mismo día 2 de septiembre, después del mediodía, el arzobispo participó en una celebración organizada por los catequistas de la confirmación de la crismación y del envío misionero.

Los responsables hicieron la presentación de la actividad y, seguidamente orientaron la formación que impartiría el arzobispo.

El cuerpo principal del encuentro lo constituyó la formación que impartió el arzobispo, durante más de una hora.

La técnica que se utilizó para la formación, se basó en preguntas, a las cuales el arzobispo iba respondiendo.

Finalmente, algunos de los padres y padrinos de los confirmandos tuvieron la oportunidad de plantear algunas dudas y cuestionamientos que tenían.

El arzobispo respondió con claridad y, pareció que los hermanos estaban muy satisfechos.

El domingo 3 de septiembro, por la mañana, el arzobispo llegó hasta la sede de la parroquia Espíritu Santo de los Guates, San Juan Sacatepéquez.

La primera actividad que presidió fue una reunión con delegados de las comunidades de Bárcenas y Amatitlán, las cuales en la reestructuración de la Arquidiócesis, quedarán como parte de ésta. Por lo mismo, se determinó fecha para organizar la marcha pastoral.

En la mañana, en la sede de la parroquia Espíritu Santo, el arzobispo presidió la celebración del decanato del oriente de la diócesis del centro de Guatemala.

El párroco, padre Orlando López no estuvo presente, por las actividades que se tienen como obispo electo de la diócesis del centro. Se contó con una numerosa participación de fieles.

Después de la formación que impartió el arzobispo, en primer lugar referente a la reorganización de la arquidiócesis y, seguidamente, al sentido del pecado y del ser pecadores, se abrió tiempo de diálogo.

Varios hermanos expresaron sus sentimientos ante la formación, así como su compromiso a hacer más dinámicas y misericordiosas las comunidades.

La actividad litúrgica comenzó con la administración del sacramento de la reconciliación a los participantes en el decanato oriental de la diócesis del centro de Guatemala.

Los hermanos confesaron humildemente ser pecadores, se invocó la efusión del Espíritu Santo y se administró la absolución.

Durante la homilía, el arzobispo explicó cuáles son las condiciones para poder ser auténtico discípulo del Señor, y participar de su misma vida y ser testigos del Evangelio.

A la luz de las reflexiones, los hermanos entraron en oración, suplicando el poder renunciar a sí mismos y cargar cada día con la cruz, para ser auténticos discípulos.

Un buen número de acólitos de las comunidades del decanato oriental de la diócesis del centro de Guatemala, fueron bendecidos para ejercer el ministerio.

El arzobispo les animó a tratar de ser humildes y fieles, para desempeñar adecuadamente el ministerio confiado.

También predicadores de las diferentes comunidades del decanato oriental de la diócesis del centro de Guatemala, fueron bendecidos para el ejercicio del ministerio.

El arzobispo les recordó que el objeto de la predicación es preparar el camino para que la Palabra viva de Dios, bajada del cielo, sea la que vivifique a cada fiel.

También los catequistas de las diferentes comunidades del decanato oriental de la diócesis del centro de Guatemala, fueron bendecidos para ejercer su ministerio.

El arzobispo les recordó que el único maestro es el Espíritu Santo, por lo que su ministerio consiste en preparar en los catequizandos la capacidad para recibir la enseñanza del mismo Espíritu.

La actividad pastoral culminó con la celebración de la divina liturgia, la cual fue concelebrada por el padre Ángel Cáseres, quien estaba reemplazando al Padre Orlando.

Todos participaron con mucha devoción y, la casi totalidad, participó de los divinos misterios.

El miércoles 6 de septiembre, al caer el día, el arzobispo llegó hasta el aeropuerto de Oaxaca de Juárez, México, para iniciar la visita pastoral de la Vicaría de Oaxaca.

A recibirlo estuvieron los padres Wilber y José Juan con algunos fieles y, apenas llegó, fue trasladado al Centro Misionero Santa María de Guadalupe, Coyotepec, Oaxaca, en donde un grupo de servidores le esperaban para recibierlo.

Lo hermanos, junto a los padres, habían preparado, como bienvenida al arzobispo, la celebración de un ágape fraterno, después de los saludos y de orar.

Se trancurrió un tiempo en el que se compartió fraternalmente.